COMPARAR

publicado en: Superación personal | 0

Tengo un hermano gemelo idéntico (a quien quiero muchísimo). Siempre he considerado este hecho como una circunstancia muy especial en mi vida. No muchos tienen el privilegio de nacer acompañado por un amigo desde la gestación.

Somos el quinto y sexto hijos de la familia. Imagino que para la familia fue también una situación particular, en especial para mis padres.

Cuenta mamá que, el día de nuestro bautizo, dijo a las madrinas que por favor dejaran a «los gemelos» en el cuarto; «A Juan Carlos, lo pones en la cuna y, a Miguel Ángel, en la cama con barandal». Cuando ella entró a revisar cómo estábamos, nos encontró a los dos en la cama, así que nos re bautizó (quizás) diciendo «Bueno, tú serás Juan Carlos y tú Miguel Ángel», así que nuestro «verdadero» bautizo no fue en la pila de la iglesia.

Como era la costumbre, nos vestían igual, nos peinaban igual, en fin.

Al pasar el tiempo y, con cierta preocupación, al entrar a la primaria, nuestros papás decidieron acordar con el colegio que siempre nos tuvieran en grupos separados para «evitar que nos comparáramos». Yo no lo supe. Solo llegaba el nuevo ciclo escolar y veía que a mi hermano lo ponían en el otro grupo.

Recuerdo que fue en cuarto de primaria. Primer día de clases y, para nuestra sorpresa, quedamos en el mismo grupo. Estábamos muy contentos (al menos yo) que por «coincidencia» estuviéramos juntos.

Al regresar a casa contamos a nuestros papás lo sucedido con mucha alegría. Recuerdo que papá nos tomó a los dos a parte y platicó seriamente con nosotros diciendo «Ustedes son iguales, nacieron el mismo día, pero son diferentes, no quiero que se comparen, uno puede ser bueno para las matemáticas y el otro para las ciencias naturales».

Creo que hasta ese día yo no me comparaba con mi hermano, pero con la plática de papá se abrió esa posibilidad y me dije «¡Ah! ¿Puedo compararme?» y, a partir de ese momento, comencé a hacerlo (y lo peor es que, por ser gemelos, muchos a nuestro alrededor nos comparaban entre nosotros).

Ya adultos, mi hermano y yo hemos sostenido conversaciones sobre lo «envidiable» que es que yo fuera «como él».

¿Qué veo en él que no veo en mí (o al menos no tan fuerte)? Estructura, franqueza, brillantez, determinación para lograr muchas de sus metas, capacidad de análisis y más.

Estoy seguro, él me lo ha dicho, también «envidia» algunas de mis características personales.

En realidad yo también tengo algo de lo que reconozco en él (pero lo niego) y viceversa (somos seres lingüísticos y vemos el mundo de acuerdo a lo que nos decimos).

No se requiere ser un gemelo para caer en el juego de la comparación. Muchos, creo, lo hacemos con hermanos, colegas de trabajo, figuras públicas, etc.

Dicen que las comparaciones no son buenas, pero son inevitables. No creo que sean malas.

Creo, puedo estar equivocado, que las comparaciones tienen algo positivo. Así que pienso que las comparaciones tienen su problemática en el enfoque desde el que las hacemos.

Cuando las comparaciones surgen pueden originar uno de dos sentimientos:

1) El de la envidia y el consecuente lamento del «¿Por qué no soy así?», que nos detiene, nos estresa, nos frustra, o bien

2) El del genuino deseo de superación y el consecuente pensamiento del «¿Cómo podría ser así? ¿Qué acciones puedo emprender?», que nos impulsa a la superación personal

Viendo un documental en Netflix, un entrevistador preguntaba a un especialista cómo podría ser más feliz y el especialista, para mi sorpresa, le dijo «¿Te comparas con otros?»

Decían dos autores de un libro que leí hace tiempo: «Nos da risa la expresión «esa persona es excepcional», cuando en realidad todos somos una excepción, cada uno de nosotros es único».

Cierto, con nuestras debilidades o áreas de oportunidad, todos, absolutamente todos, tenemos talentos ¿Sabes cuáles son los tuyos?.

Algunos ejemplos son:

1) Talentos de lucha: Alcanza metas (tiene un motor interno), creencias (orienta su vida por valores auto determinados), servicio (motivado por servir a otros)

2) Talentos de pensamiento: Foco (por alcanzar metas), disciplina (impone estructura a su trabajo y a su vida), responsabilidad (asume la autoría de sus acciones y consecuencias)

3) Talentos de relación: Empatía (identifica sentimientos y perspectivas de otros), relaciones (genera lazos de largo plazo), positivo (necesita ver lo bueno de las circunstancias)

Hay mucho ejemplos.

¡Tienes talentos! Enfócate en descubrirlos y capitalizarlos en tu vida. Usa las comparaciones para descubrir algunas áreas a desarrollar y no sientas envidia del otro; tú tienes lo tuyo.

Abrazo,

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