IGUALDAD

En tiempos de pandemia o no, la desigualdad en el reparto de la riqueza entre la sociedad, es la fuente principal de nuestros problemas como civilización.

En los últimos 30 años hemos convertido en virtud la búsqueda del beneficio material, hasta el punto de que eso es todo lo que da sentido a un propósito colectivo.

Alguna vez dijo Adam Smith «Ninguna sociedad puede prosperar y ser feliz si la mayoría de sus miembros son pobres y desdichados».

La desigualdad no sólo está presente a nivel de la sociedad, esto puede verse también en el mundo organizacional; mientras que en 1968, el director ejecutivo de General Motors se llevaba a casa, en sueldo y beneficios, una sesenta y seis veces más que la cantidad pagada a un trabajador típico de GM, hoy, el director ejecutivo de Wal-Mart gana un sueldo novecientas veces superior al de su empleado promedio.

Hace años, cuando fui director de RH de una empresa de alrededor de 2,000 empleados, mi jefe directo, el director general de la empresa, ganaba 400% más que yo y, además, yo ganaba 200% más que mi gerente, mi colaborador directo. Eso se llama desigualdad.

Existen varios indicadores que, investigados por los especialistas, demuestran la correlación existente entre estos y la desigualdad en el ingreso.

La movilidad social (poder pasar de la pobreza a la clase media o de ésta a la clase alta) se ve afectada por la desigualdad; mientras que en países como Suecia, Finlandia y Dinamarca la movilidad social es muy alta gracias a la igualdad en los ingresos, Estados Unidos e Inglaterra han deteriorado este indicador debido al incremento en la desigualdad.

El índice de salud y problemas sociales es bajísimo en países como Japón, Suecia y Noruega gracias a la igualdad, en Portugal y Estados unidos es altísimo causado por la desigualdad en los ingresos.

La correlación es la misma en otros casos como Homicidios por millón de habitantes, porcentaje de la población con algún trastorno mental y la esperanza de vida en años. Es peor el comportamiento de estos indicadores entre más alta sea la desigualdad.

Si queremos ver una sociedad atrapada en ilusiones de prosperidad y beneficios para la población, donde los perdedores son abandonados a su suerte, un buen y lamentable ejemplo es Estados Unidos (¿Y México? Creo que también).

Alguna vez dijo el jurista, pensador e historiador francés, Alexis de Tocqueville: «A medida que se profundiza en el carácter nacional de los estadounidenses, se ve que han buscado el valor de todo en este mundo sólo en la respuesta a esta pregunta: ¿Cuánto dinero va a reportar?».

Y esta manera de pensar, se ha extendido en el caso de muchos países.

Hemos puesto el «tener» por encima del «ser». Algunas reformas sociales del siglo XX estuvieron basadas en devolver el orgullo y la autoestima a los perdedores de la sociedad, pero hoy, les hemos dado la espalda de nuevo.

El egoísmo es un pilar de la ética práctica contemporánea. Dice Erich Fromm en su libro «Tener y ser»: «(Las personas) No parecen saber que la avaricia vuelve a la gente estúpida aún en lo que atañe a su verdadero interés, al interés de sus propias vidas y de la vida de sus esposas y sus hijos».

Igualdad, no significa «Todos pobres», como no solo lo piensan las ideologías de algunos gobiernos en diferentes países, además, lo han llevado a la práctica con resultados desastrosos.

Igualdad significa «Todos prósperos».

Esto requiere grandes cambios drásticos, pero parece que la gente prefiere una catástrofe futura al sacrificio que tendría que hacerse hoy en día. Es como preferir la muerte en lugar del sufrimiento de saber, mediante un examen médico, de la existencia de una gran enfermedad que requeriría un profunda operación quirúrgica.

Sería bueno que, cada uno de nosotros, desde lo personal, hiciéramos una buena reflexión para ir generando un reparto de la prosperidad más igualitario.

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