EL DINERO Y LA FELICIDAD

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Hace ya años escuché a mi papá decir «El valor que tiene un peso está relacionado con que lo tenga yo y no lo tengas tú».

No, mi papá no es una persona materialista, sin embargo, lo que él decía está muy relacionado a estudios documentados en una conocida revista de negocios de la que acabo de leer un interesante artículo sobre los mitos que existen de la relación entre el dinero y la felicidad.

Un conocido economista, David Easterlin, en los años 70 encontró que la felicidad de los estadounidenses aumentaba cuando sus ingresos incrementaban, pero solo hasta los $75,000 dólares al año. La U.S. Bureau of Labor Statistics documentó posteriormente que, por encima de los $100,000 dólares de ingresos anuales, las personas no solo no reportaban ser más felices, sino que incluso experimentaban un menor sentido de propósito.

Se sabe, por otros estudios, que nuestra sensación de bienestar se incrementa con la adquisición de algún bien material, pero solo temporalmente. En algunos meses, o en solo algunas semanas, la sensación de bienestar regresa al nivel anterior que sentíamos antes de dicha adquisición.

No podemos saber cómo sentirnos en relación a nuestros ingresos si no tenemos contra qué o quién compararnos. Es decir, nuestro nivel de satisfacción en relación a nuestro ingreso, está determinado cuando lo comparamos con lo que gana y tiene materialmente nuestro círculo social.

Tu auto último modelo disminuye el nivel de satisfacción que yo sentía en relación al que yo compré hace un par de años. La compra de mi casa propia disminuye la felicidad de mis amigos que viven en sus departamentos rentados.

Entramos entonces en un ambiente competitivo donde «la vara» se coloca cada vez en un nivel más alto entre los amigos de nuestro grupo familiar y social. Vivimos miserablemente a pesar de tener más dinero y posesiones materiales.

Como dice Ted Leonsis, en su libro «The business of happiness», no es que el éxito material nos provea felicidad sino al revés, la felicidad nos conduce a tener más éxito. Entre más felices seamos más éxito tenemos, y no solo material.

Muchos jóvenes eligen su carrera profesional pensando en aquello que les pueda dar mejores trabajos y, por lo tanto, mejores ingresos, sin advertir o estar conscientes, del nivel de felicidad que les pueda dar su decisión vocacional.

Incluso, en el ámbito organizacional, muchos compiten por tener los puestos más altos no por la felicidad que les producirá una mayor responsabilidad, sino por la creencia de que un mejor sueldo será lo que la cause.

La OCDE encontró que la gente más feliz es la que trabaja entre 20 y 30 horas a la semana y que por encima de las 40 el bienestar baja. Los ejecutivos de mayor nivel trabajan muchas más horas que eso, normalmente.

Al final, se trata del propósito de vida, la razón de ser. Como lo decía Martín Seligman creador del movimiento de la psicología positiva, existen 3 tipos de vida: La vida placentera asociada con eventos momentáneos que nos dan felicidad pero por muy poco tiempo (entre estos la adquisición de un bien material o el aumento en el nivel de ingresos), la buena vida asociada a tener actividades con los talentos personales llamadas también estados de flujo que nos dan más felicidad y por más tiempo y, finalmente, la vida significativa relacionada con actividades realizadas en relación a un propósito de vida.

En su libro «Principles», Ray Dalio dice «Un carpintero puede tener una mejor vida que la del propio presidente de los Estados Unidos, simplemente porque dedica su tiempo a tallar madera cosa que es su talento y tiene sentido para su vida».

En estas épocas de estrechez económica, pasa lo mismo con aquellas organizaciones cuyo principal interés está en maximizar sus utilidades que, por supuesto, en estos tiempo se dificulta tremendamente, en comparación con aquellas que han basado su perdurabilidad en la persecución de un propósito, más allá del dinero, y más bien relacionado con temas como hacer el bien (servir a los demás), la verdad (la investigación), la belleza (lograr la excelencia) y el heroísmo (acciones heroicas), siempre buscando tener un mundo mejor para los seres humanos.

Las organizaciones que buscan confirmar su propósito más allá del dinero y lo conectan con el sentido de vida de las personas que las integran, han demostrado ser las más exitosas.

No digo que renunciemos al dinero y bienestar material pero sí que cambiemos el cuento contado constantemente a lo largo de cientos de años y que ahora parece estar cableado en nuestros cerebros. Un cuento que privilegie el propósito de vida sobre el dinero y que explique que dicho propósito es la causa principal de nuestra felicidad.

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