EL CISNE NEGRO Y EL PARA QUÉ

En el siglo II a.C. Aníbal, un general cartaginés y su ejército de miles de mercenarios, galos, númidas y africanos de Cartago, rondaba las murallas de Roma; después de 7 años de guerra con el imperio, había dominado las posesiones de los romanos en Hispania, había obtenido aliados en los galos contra Roma, cruzó los Alpes (con todo y elefantes que llevaba consigo para las batallas, algo que los romanos consideraban imposible que sucediera) para acercarse a Roma por el norte, comenzó a dominar las ciudades aliadas con los romanos en el sur de la península Itálica (Capua, que se pasó al bando cartaginés y Tarento); los romanos habían perdido legiones de miles de soldados y a varios de sus más importantes generales (cónsules y pro cónsules) pero ¿Qué estaba pasando con el gran imperio romano y su poderoso ejército? Parece simple, Aníbal usó siempre el factor sorpresa, lo impredecible, lo que los romanos no veían; muchísimos años antes Roma había sido asediada por otros ejércitos en diferentes batallas, por tal motivo, se levantaron murallas, sin embargo, había pasado tanto tiempo de aquello que los romanos creyeron que, con su poder y dominio, esto nunca volvería a pasar; para su sorpresa ahí estaba Aníbal el cartaginés y el miedo corrió rápidamente entre los senadores, el ejército y el pueblo. Otra vez, lo impredecible.

Hablo de esto para conectar con un concepto importante que es, justo eso, lo impredecible. Dicen que el problema no está con lo que se ve, sino con lo que no se ve.

Nassim Taleb es el autor de “El Cisne Negro”, en él comienza diciéndonos que, antes del descubrimiento de Australia, las personas del Viejo Mundo estaban convencidas de que todos los cisnes eran blancos y, era razonable, pues todas las evidencias que se tenían hasta el momento (cientos de miles) confirmaban que esto era “un hecho”.

La primera observación de un cisne negro, echó por tierra “lo conocido”, “la verdad”. Esto pone en duda la fragilidad del conocimiento construido a partir de nuestra observación y experiencia. Basta con una sola observación contraria a “la verdad” para que la invalide, aun sea una verdad milenaria construida por cientos de miles de observaciones que la comprobaban (Ojo, sigo siendo partidario del conocimiento y la experiencia, sólo que es necesario seguir “abiertos”).

El hecho de haber encontrado un cisne negro no es precisamente muy relevante, pero Taleb nos habla de otro, de un Cisne Negro (así, en mayúsculas). Se trata de un suceso que tiene tres características:

1) Es una rareza pues no está dentro de nuestras expectativas

2) Tiene un tremendo impacto

3) Nuestra naturaleza humana hace que inventemos una explicación de su existencia, después de que ha ocurrido; ahora es “explicable” y, por lo tanto, “predecible”

Nos dice Taleb “Las tendencias, las epidemias, la moda, las ideas, la emergencia de las escuelas y los géneros artísticos, todos siguen esta dinámica”. La revolución rusa, el ascenso de Hitler, la desaparición del bloque soviético, la aparición del fundamentalismo islámico, la difusión de internet, el atentado a las torres gemelas de NY, el tsunami del 2004, la actual pandemia, etc., son algunos ejemplos de muchos que hay.

Quizás lo “peor” de un Cisne Negro, no tenga que ver con su bajísima predictibilidad y su alto impacto, sino que vivimos como si no existieran, nuestra ceguera hacia lo aleatorio.

La lógica detrás de esto es que lo que no sabemos sea más importante que lo que sabemos (el problema no está con lo que se ve sino con lo que no se ve, o bien, el problema no está con lo que se dice sino con lo que no se dice – en las conversaciones entre personas y organizaciones).

Por eso y desde esta óptica, en mi biblioteca, los libros ya leídos tienen menos valor que los que no he leído. Lo que sabemos no nos puede hacer daño, lo que no sabemos sí (o puede producir más bienestar, de ahí mi afán por seguir estudiando, obtener más conocimiento y experiencia).

Hoy en día, dicen los expertos, conocemos como humanidad alrededor de 2,000 a 3,000 virus de los más de 3 millones que se estima que existen. Podemos hacer algo con los conocidos, pero ¿Y con los desconocidos? ¡Nada!

Hemos sido jactanciosos pretendiendo conocer el mundo, pero el mundo es mucho más complejo de lo que creemos. Todavía recuerdo a un gran amigo que me dijo que da una clase sobre pronósticos en una prestigiada universidad: “Te voy a decir la primera regla de los pronósticos, nunca aciertan”.

Cuidado, no he dicho que todos los Cisnes Negros son malos, sino que cumplen con sus tres características, entonces ¿Qué podemos hacer?

John Kotter, autor del libro “Sentido de urgencia” (el verdadero, no el falso sentido de urgencia que nos lleva a estar a las carreras sin ver lo que sucede alrededor), nos dice que “afuera” hay amenazas que nos pueden aniquilar y, por otra parte, oportunidades que podemos aprovechar. Estar alertas es la clave.

Joel Barker, un futurólogo de los 70’s, tiene un buen video llamado “Pionero de paradigmas”. Hoy mismo muchos de estos se están rompiendo para dar paso a nuevos y, la clave, es aprovecharlos. Dedicarnos a encontrar Cisnes Negros.

Ahora bien ¿Qué podemos hacer cuando un Cisne Negro negativo nos acecha?

Aquí entra en este artículo la historia de un terapeuta vienés, judío y apresado por los nazis para ser llevado a un campo de concentración. Sí, me refiero a Viktor Frankl, el autor de “El hombre en búsqueda de sentido” y creador de la logoterapia.

En su terrible experiencia, descubrió que las personas que tenían algo concreto que los esperaba en el futuro eran capaces de sobrevivir a la peor de las experiencias y, por el contrario, los que no lo tenían morían (muchos presos de los campos de concentración terminaban por suicidarse). La familia, la pareja, un libro por terminar de escribir, un proyecto, una investigación por realizar, etc., son ejemplos de una razón para vivir y superar las dificultades presentes creadas por un Cisne Negro negativo.

Yo le llamo, el propósito fundamental de vida, los japoneses le llaman el Ikigai. Mi razón de ser, el para qué estoy en este mundo y hacerlo mejor.

Si lanzáramos un ancla atada a una cuerda por encima de un río caudaloso y “aterrizara” en el fuerte tronco de un árbol robusto y, entonces, tomados de la cuerda firmemente, atravesáramos el río, mientras no soltemos la cuerda, no importa la fuerza de la corriente, podríamos conseguir llegar al lado opuesto. Metafóricamente, dicha ancla y la cuerda son el propósito de nuestra existencia. Mientras nos sujetemos fuerte a éste podremos atravesar cualquier experiencia por más dura que sea.

Dicho en las palabras de Friedrich Nietzsche: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.

Estemos pues alertas para descubrir los Cisnes Negros, los positivos y los negativos y, sostengámonos firmemente de nuestro propósito de vida ¿Tienes claro el tuyo?

 Abrazo,

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