EL TRIÁNGULO

No, no voy a hablar de geometría básica.

Quiero hablar de lo que pasa cuando hay ausencia de seguridad emocional o psicológica. Hace tiempo reflexioné sobre el acto de mentir como una de las consecuencias naturales de la falta de dicha seguridad.

Mentimos por miedo a lastimar o ser lastimados.

Sin embargo, la ausencia de seguridad psicológica o emocional, no deriva necesariamente en la mentira. Podemos ser  “honestos”, hablar con la verdad o al menos de lo que creemos que es la verdad a pesar de no contar con la garantía de esta seguridad.

El problema es que, a pesar de ser honestos sin contar con la seguridad necesaria, nuestra honestidad no se dirige a la persona con quien necesitamos hablar y terminamos haciéndolo con “terceros” que, quizás sorprendidos por nuestra “apertura”, terminarán preguntándose “¿Y por qué me cuenta esto a mí si yo no tengo nada que ver con este asunto?”

Cuando existe un problema entre dos personas y éstas terminan ventilándolo con terceros, en lugar de platicarlo directamente, comienzan a generar un fenómeno llamado triangulación.

La triangulación es devastadora de los grupos humanos y de las relaciones interpersonales.

Hace poco trabajé una sesión de coaching con el ejecutivo de una empresa,  él mostraba angustia e inquietud al revelarme que se encontraba entre “la espada y la pared”. Me detalló una situación en la que un grupo de personas tenían un problema con un alto ejecutivo de la empresa en que trabaja.

Sin quererlo, este ejecutivo, se convirtió en el depositario de las quejas de este grupo de personas quienes, ante la imposibilidad o temor de poder hablar directamente con el alto funcionario, externaban todas sus quejas con mi cliente.

Se creó un triángulo.

Este proceso se sostuvo durante 1 mes ¿Saben lo que cuesta a una empresa el que no se puedan sostener conversaciones honestas y respetuosas entre dos partes que están en conflicto? Evidentemente no solo hablo de costos monetarios o financieros sino también de aquellos relacionados con la integridad de las personas y la relación entre las mismas.

Si en nuestras conversaciones cruciales (aquellas que tienen puntos de vista divergentes, emociones intensas y grandes intereses) nos diéramos mutuamente la garantía de que no nos pasará nada, de que no seremos objeto de juicios o críticas, que no habrá represalias ni venganzas, en fin, de que no ocurrirá otra cosa que no sea resolver la situación y aprender juntos, viviríamos más serenamente y tendríamos mejores resultados o, al menos, los mismos pero sin desgaste.

¿Qué hacer cuando alguien se aproxima con nosotros para hablar mal de otra persona a sus espaldas?

A veces nos da “pena” decirle al otro que pare. Nos contamos el cuento de que seremos poco amables si no escuchamos pacientemente a quien deposita en nosotros una queja que no resuelve nada y que provoca una descarga emocional del quejoso sin entender que, con el tiempo, la misma persona se encontrará nuevamente frustrada pues, después de la queja, nada se ha arreglado.

Las quejas suelen: 

  1. Ser expresadas ante terceros
  2. Ser repetitivas
  3. Buscar la venganza
  4. Alimentar el resentimiento
  5. Buscar culpables
  6. Encontrar adeptos a la causa, generando “clanes” o “pandillas”
  7. Etiquetar a los demás con características personales “inmodificables” (Es un…)

Las quejas expresadas a personas no involucradas en conflictos de otros pararían si esos “otros” se brindaran entre ellos un espacio de seguridad psicológica.

Mientras tanto, volvamos a la pregunta ¿Qué hacer cuando alguien expresa con nosotros una queja de sobre alguien más a sus espaldas?

Muchos me lo han preguntado.

Esto se puede “desarmar” con una pregunta muy sencilla, cuya respuesta solo cuenta con dos opciones: Sí o No.

La pregunta para el quejoso es: “¿Lo que me éstas diciendo de esta persona podrías decirlo enfrente de ella?”.

Si la respuesta es SÍ podemos agregar: “Entonces ve y díselo a ella ¿Para qué contármelo a mí si no sirve de nada?”

Si la respuesta es NO podemos agregar: “Entonces tampoco me lo digas a mí porque no te servirá de nada pues yo no estoy involucrado en este asunto y sólo terminaré inmiscuido en algo que no tiene que ver conmigo y será igualmente inútil”.

La triangulación no está “atada” a un contexto en particular como pudiera ser el laboral, es más bien, algo relativo a los vicios existentes en las relaciones entre seres humanos. Esto quiere decir que la triangulación puede darse en el contexto familiar y social también.

Así podemos encontrar a la esposa hablando mal del esposo con un hijo o al esposo hablando mal de un hijo con la esposa o a alguien hablando mal de un amigo con algún otro miembro del mismo grupo social.

Lo importante, como en muchos temas humanos, es la consciencia. En este caso, el darnos cuenta de lo, no solo inútil sino a la vez nociva que resulta la triangulación, podría hacer que poco a poco esta mala práctica vaya cayendo en desuso.

Tratar de eliminar este fenómeno solo mediante la consciencia de su inutilidad puede funcionar para erradicarla, aunque quizás de manera lenta.

Si aunado a la consciencia agregáramos en toda conversación difícil un espacio protegido para dialogar, es decir, un espacio de seguridad emocional y psicológica, la eliminación de la triangulación se aceleraría hasta su aniquilación.

¿Imaginas relaciones entre personas en que éstas puedan expresarse respetuosa pero libremente, sabiendo que no les pasará nada que no sea otra cosa que estar mejor, resolver los problemas y aprender junto con los demás?

Por último, no está demás agregar que mientras el ánimo sea el de ayudarnos en lugar de la intención oculta de vencer al otro, el proceso de eliminar la práctica viciosa de la triangulación, será todo un éxito.

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