POR ESO ESTOY AQUÍ

Tengo casi 20 años viviendo en Querétaro; llegué acá por una decisión profesional que «arrastró» a mi familia a esta bella ciudad; algo que puedo celebrar, es que aquí fue concebido y nacido mi segundo hijo (y que mi hija no se ponga celosa, porque la amo también profundamente); lo que quiero decir, es que mi hijo, en su segundo año de edad, entró al nivel pre escolar (o pre maternal o como sea que le llamen), y nos dio la oportunidad de formar una comunidad de parejas que, con sus respectivos hijos de la misma edad del mío (y misma escuela), nos dio «el chance» de conocernos.

Han sido muchos años con ellos, los amigos y sus parejas. De verdad, entrañables.

Fiestas, problemas, convivios, conversaciones, alegrías y tristezas.

Los papás de una de estas parejas, nos invitaron cada año a su aniversario de bodas; hacen unas fiestas maravillosas; en una de tantas, el marido, en su discurso de bienvenida para la concurrencia, comentó «Si sigo en este matrimonio, no es por los pleitos, sino por las reconciliaciones, por eso estoy aquí» 🙂

Para mí fue hermoso, no por lo que para a ellos pudo significar sus reconciliaciones 😉 , sino por el que, casi siempre, se puede reconciliar y por lo beneficios que representa una reconciliación.

Perseguir la felicidad de manera directa, tiene la desventaja de que perseguirla así, la hace inalcanzable. Es simple, una meta siempre será la consecuencia de hacer cosas que te permitan alcanzarla.

Lo que quiero decir, es que las buenas relaciones y la felicidad son metas y, para alcanzarlas, se requiere hacer las cosas correctas, entre ellas, la reconciliación. Desde este punto de vista, la reconciliación constante, rápida y oportuna, hace posible que las relaciones perduren. No sólo las de pareja, todas.

Recuerden que no son las buenas relaciones las que causan buenas conversaciones, sino al revés, las buenas conversaciones son las que hacen buenas relaciones.

La reconciliación es un acto de amor y de auto estima sana.

¡A reconciliarse pues!

Abrazo,

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