¡NO FUE LO QUE PENSÉ!

Cuentan que el encargado de un supermercado escuchó «a medias» la conversación de un dependiente con una cliente y que fue más o menos así:

– «No señora, no ha llegado»

– ¡No me diga joven! ¿Y faltará mucho?

– «La verdad, no lo sé, es que si ha escaseado mucho y no tengo idea cuándo llegará»

– «Bueno joven, gracias, espero que no tarde demasiado»

El encargado estaba «espantado» de escuchar lo que escuchó y, cuando la señora se retiraba, se le acercó y le dijo «No es cierto», ella confundida, solo lo miró y dio la vuelta alejándose.

El supervisor encaró al dependiente diciéndole «¡Que sea la última vez que dices eso a un cliente que esté buscando algo! Siempre dile, si no lo tenemos, que ya hemos hecho el pedido y que viene en camino» y agregó «¿Qué quería la señora?», a lo que el dependiente dijo sencillamente «Lluvia».

Cuando trabajo con modelos mentales y los supuestos que solemos construir a partir de ellos, cuento el siguiente chiste: «A la mañana, la madre estaba preparando el desayuno para su hijo; como éste no aparecía, fue hasta su dormitorio y encontró la puerta cerrada; “¿Te sientes bien?”, preguntó; “Estoy bien”, le contestó una voz desafiante, “simplemente he decidido no ir hoy a la escuela”; “¡¿Cómo dices?!”, estalló la madre, “¿Te has vuelto loco?”, “No mamá, tengo tres buenas razones para no ir a la escuela; primero, me aburre, segundo, los maestros me odian y, tercero, los niños se burlan de mí, ahí tienes mis tres buenas razones”; “Ciertamente tienes tus buenas razones, pero ahora yo te daré tres mejores razones por las cuales irás a la escuela, primero, soy tu madre y te digo que debes ir, segundo, tienes cincuenta y tres años y, tercero, ¡Eres el director de la escuela!»”.

La gente comienza a reír y la explicación que doy para conocer el por qué de la risa inicia con una pregunta «¿Entre quién y quién era la conversación en las primeras líneas del chiste que acaban de escuchar?, la respuesta casi siempre es «Entre la mamá y su hijo pequeño», continúo diciendo «Te ríes porque, de acuerdo a tu modelo mental, «aseguraste» que la interacción era entre la mamá adulta y un niño, su hijo y, resulta, que no es así, tu modelo mental te llevó a construir un supuesto, el problema no está ahí, sino en considerar tu supuesto como verdad, sin cuestionarlo».

En un par de ocasiones me ha pasado en que, una vez explicado esto, una persona replica diciendo «Pero ¡Pues vaya hijo mantenido! ¡A sus 53 años y viviendo todavía en casa de su madre!» y yo agrego preguntando «¿Dónde dice que vive en casa de su madre?», otra vez se trata de otro supuesto tomado como la verdad y generado a partir de un modelo mental, «Es el director de la escuela, tiene 53 años, la mamá le está preparando el desayuno en la casa y cocina de ella».

Ya he hablado de este tema en otras ocasiones, los modelos mentales son útiles pero peligrosos pues funcionan en automático. Las interpretaciones y supuestos no son malos, sino que se vuelven problemáticos cuando los tomamos como verdad sin pasarlos por un proceso de evaluación y verificación.

¿Qué hubiera pasado si el encargado del supermercado de nuestra primera historia se hubiera aproximado al dependiente verificando su supuesto de que lo que quería la señora era un producto de la tienda?

Con los ejemplos que he expuesto, la gravedad es mínima, pero ¿Cuántos de nuestros supuestos, sin cuestionar, han estado acompañándonos a lo largo de años en nuestras vidas y teniendo consecuencias funestas como malas relaciones interpersonales, impedir que alcancemos varias de nuestras metas en diferentes áreas de nuestras vidas, etc.?

Cuestionar nuestros resultados o nuestras acciones o nuestras interpretaciones, son niveles de exploración que nos pueden proporcionar mucho aprendizaje, pero hay un nivel más profundo, el de cuestionar nuestros modelos mentales.

Muchos de ellos han sido creados a partir de nuestras propias historias personales e, incluso, muchos fueron útiles en las circunstancias que prevalecían en aquellos tiempos, sin embargo, algunos han perdido su vigencia.

Analizar nuestros paradigmas o creencias (modelos mentales) y cuestionar su vigencia puede darnos un aprendizaje a un nivel más profundo y productivo.

Abrazo,

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