LOS PROBLEMAS NO EXISTEN

“¡Que mujer tan guapa!”, dije, y alguien más preguntó “¿En serio? ¡No lo creo!”

Cuando expresamos y escuchamos adjetivos del tipo calificativo (porque los hay posesivos, relacionales, demostrativos, etc.) pareciera que se está hablando de “la verdad”.

Sabemos, porque lo hemos platicado antes, que cuando hacemos una afirmación u observación, usamos el lenguaje en un modo descriptivo, es “cuando el mundo gobierna la palabra”. Describir no hace que suceda nada que no sea coordinarnos mejor al llamar las cosas por su nombre.

Al decir “este es un salero”, todos sabemos de qué se trata y no es que el salero sea un salero porque lo es sino porque así le llamamos y nos hemos puesto de acuerdo en nuestro grupo (comunidad bio-psico-social dicen los expertos) para que sea así, “salero”. Las afirmaciones no pertenecen a una persona sino a un grupo y éstas son “la verdad” para dicha comunidad. Estamos haciendo una afirmación, una descripción.

Si uno de los dos modos de usar el lenguaje es el descriptivo, el otro es el generativo. Ahí cambia la cosa. Es “cuando la palabra gobierna al mundo”. El modo generativo hace que pasen cosas (o no pasen). Si las afirmaciones describen, las declaraciones generan cambios.

Al decir cosas como “No”, “Sí”, “No sé”, “Te amo”, “Te odio”, “Te perdono”, “Me perdono”, “Acepto” y muchas más, cambia el curso de los acontecimientos pues pasan cosas o no pasan. Todas ellas son declaraciones.

Dos importantes tipos de declaraciones son los compromisos (pedidos, ofertas y promesas) y, por otra parte, los juicios.

Al hacer un compromiso estamos generando una visión de futuro deseada. Queremos que se materialice por medio de su cumplimiento. Cumplir o no cumplir hace que pasen cosas.

Por otra parte están los juicios u opiniones. El juicio hace que pasen cosas. Puede cambiar mi estado emocional, trato a los demás según mis juicios, determinan mis comportamientos, etc. Los juicios hablan de mis modelos mentales o creencias.

Eso sí, al ser opiniones, es decir, expresiones de la realidad interna de quien los enuncia, jamás son “la verdad”, sino solo juicios y estos siempre son propiedad de la persona que los expresa.

Uno de tantos días en que inicié una serie de sesiones de coaching con ejecutivos de una buena empresa, mi primer coachee, al preguntarle que cómo se encontraba esa mañana me respondió “Estoy bien, con un montón de problemas en el trabajo y en mi vida personal, con estrés pero, eso sí, con una buena actitud y entusiasmo”.

Pasados algunos instantes de charla inicial pregunté a mi coachee que qué era para él “un problema”. Respondió simple y llanamente “una situación indeseable a corregir”. Le pedí algunos ejemplos y mencionó, como responsable de una de las unidades de negocio de la empresa, cosas como ventas por debajo del presupuesto, el ausentismo del personal, un cliente no satisfecho, entre otros.

Le pedí que imaginara la siguiente situación: “Hoy peso 100 kilogramos y quiero pesar 80”, y le pregunté si él, desde su modelo mental, consideraría tal ejemplo como un problema y respondió con un rotundo “Sí”.

El hecho es que entre el peso actual y el deseado existe una “brecha”, ahora, cuando se califica ésta como un “problema”, ya no estamos describiendo el hecho, sino haciendo un juicio, expresando una opinión.

De ahí que sostengamos que los “problemas no existen allá afuera”; las brechas entre situaciones actuales y deseadas son hechos, son parte de la realidad, sin embargo, decir que la diferencia entre una situación actual y la deseada es un “problema” es solo un juicio personal, propiedad de quien lo dice.

Cuando dije esto a mi coachee se quedó en silencio unos segundos y entonces me preguntó: “Entiendo lo que dices pero entonces ¿A qué le llamarías tú un problema?” y respondí “a lo que sea que yo opine que lo es (juicio)”.

De igual manera, podría hacer un juicio sobre la brecha existente entre una situación actual y una situación deseada diciendo, el lugar de “es un problema”, “esta circunstancia es una oportunidad” o “es un reto”.

No olvidemos que somos seres lingüísticos y que el lenguaje hace de los seres humanos lo que somos y, por otra parte, nuestros cuentos, pensamientos o historias, determinan nuestros estados emocionales.

¿Qué sientes cuando te refieres a una situación como un “problema” y qué sientes cuando te dices que es “un reto u oportunidad”? ¿No experimentas un cambio en tu estado emocional?

Hace poco platicando con una persona, le comentaba de un cambio importante que quiero hacer para mí, para mi vida y ella me dijo “Va a ser difícil” (juicio) y le respondí “Me gustaría decirme que es un proceso que requerirá tiempo y práctica”(otro juicio).

Entre los acuerdos de Miguel Ángel Ruiz, autor del libro “Los cuatro acuerdos”, el primero de ellos es “Sé impecable con tus palabras”.

Parece que solemos usar el lenguaje de una manera displicente, como si nuestras palabras no fueran tan importantes. Muy por el contrario, el lenguaje es poderoso.

Hace muy poco platicando con un grupo de personas sobre este tema, le decía sobre el lenguaje que:

• Determina lo que vemos o lo que no vemos
• Determina en qué ponemos nuestra atención
• Nos posibilita o nos imposibilita
• Hace que sucedan o no sucedan cosas
• Impacta en nuestros estados emocionales
• Modifica el conjunto de acciones que nos son accesibles para ejecutar
• Re encuadra cualquier situación modificando nuestro punto de vista
• Etc.

No te pido que dejes de enjuiciar las situaciones como “problemas”, lo que sostengo es que se trata de una opinión o, como dijimos al principio, un adjetivo que califica tales situaciones.

Las brechas (diferencias entre situaciones actuales y deseadas) son hechos, nombrarlas como “problemas” ya es un asunto personal.

Somos seres lingüísticos y ¡Los problemas no existen allá afuera, solo en tu lenguaje!

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