LAS CUATRO CES

Hace muy pocos días tuve la agradable experiencia de convivir con uno de mis sobrinos y su novia que vinieron de visita a la ciudad donde vivo.

Además de pasear y conocer lugares interesantes, lo más estimulante fue la conversación con ellos y con mis hijos.

Es refrescante.

Soy, en el momento en que escribo, un hombre de 55 años (casi 56). Cuando converso con gente joven soy consciente de mi resistencia al cambio.

Como todos, incluso los jóvenes, tengo modelos mentales sumamente arraigados que como sabemos provienen de mi biología, mi lenguaje, mi historia personal y mi cultura.

Los modelos mentales tienen varias características:

  • Determinan cómo y qué vemos
  • Determinan cómo pensamos y actuamos
  • Nos llevan a tratar nuestras interpretaciones como hechos
  • Están incompletos siempre
  • Determinan los resultados que obtenemos y, por lo tanto, se refuerzan
  • Sobreviven a su utilidad, es decir, que en algunos casos, los seguimos usando a pesar de que ya no nos sirven

Sin olvidar esto, trato de mantener, no sin poco esfuerzo, mi pensamiento en “modo flexible”.

Recordemos que el pensamiento flexible no significa renunciar a mis creencias e, incluso, no significa dejar de defenderlas. Mi sobrino, su novia y mis hijos, seguro se han dado cuenta (o eso espero) de cómo argumento a favor de lo que creo.

Sin embargo, no puedo dejar de reconocer que, cuando escucho sus argumentos sobre lo que ellos sostienen de su visión del mundo, me quedo reflexivo y, por qué no decirlo, renovado.

¿Y qué con todo esto?

Miren, en el año de 1848, las personas podían estar “casi seguros” de que 50 ó 60 años más adelante, el mundo seguiría siendo “igual”. Ahora, no tenemos seguridad de lo que podría pasar el próximo año y mucho menos de lo que pasará en 50.

Pareciera que la utilidad o caducidad de nuestros modelos mentales podrían verse reducidas mucho más rápido por la velocidad con que los cambios se suceden unos a otros. Y cada vez el cambio será más acelerado.

Hace muy poco les decía a mis hijos que cuando yo tenía su edad imaginaba mi futuro muy parecido a la vida de mis padres, mientras tanto, ellos ya no podrían imaginarlo así. Su propio futuro y el de sus hijos de ninguna manera es pronosticable en un año, mucho menos en 50.

Dadas estas circunstancias, creo que nuestras habilidades para adaptarnos al cambio se vuelven preponderantes.

Me parece que algo muy ilustrativo de toda la reflexión que he hecho hasta el momento, es el modelo escolar.

Muy parecido al que vivieron mis padres, muy parecido al que yo tuve y muy parecido al que han tenido mis hijos, las escuelas han cambiado poco.

El cambio acelerado que vivimos y el más acelerado que viviremos próximamente no requiere tanto el saber resolver ecuaciones diferenciales e integrales, analizar elementos y compuestos químicos en tubos de ensayo y aprender a hablar chino – mandarín. Es muy probable que en un futuro cercano existan aplicaciones tecnológicas que hagan eso por nosotros.

Pero entonces ¿Qué deberían enseñar principalmente las escuelas?

Como saben soy consultor de empresas y coach personal. En mi andar por este camino he insistido una y otra vez que de los tres desarrollos existentes (tecnológico, económico y humano) es el desarrollo humano el más abandonado.

En mis procesos de intervención, cuando trabajo conceptos y herramientas relacionadas con la mejora de la mente, de los hábitos, de las conversaciones y de las habilidades del manager no es poco frecuente que la gente reflexione y me diga “¡Válgame! ¡Si todo esto se enseñara desde la escuela me hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza!”.

En lo que el futuro nos alcanza no sería mala idea reflexionar sobre qué es lo que debería cobrar mayor importancia para enseñar a los alumnos en las escuelas.

Los expertos hablan de las 4 ces:

  • Pensamiento crítico: Dicen que no hay peor cosa en el mundo que un pensamiento no cuestionado; el pensamiento crítico (y autocrítico) es cuestionar desde mis propios modelos mentales de los que hable unas cuantas líneas antes hasta cuestionar las maneras en que opero, claro, no solo las mías, sino las de los equipos y empresas; no saben cuántas veces he preguntado a algunas personas en las organizaciones que por qué hacen las cosas como las hacen, casi siempre la respuesta es “así se ha hecho desde que yo llegué a este negocio”; no nos preguntamos por qué y, si no cuestionamos las acciones que hacemos, mucho menos nos preguntamos sobre nuestras interpretaciones y nuestros modelos mentales que llevan a dichas acciones y resultados
  • Colaboración: En mi experiencia en equipos y empresas, los ambientes defensivos de trabajo son “lo normal” (lo que no significa “bueno”), es decir ambientes donde competir para vencer al otro y culpar a los demás de los malos errores para demostrar inocencia, son los comportamientos habituales; no olvidemos que gracias a nuestro lenguaje pudimos colaborar de manera flexible y en grandes grupos (a diferencia de otras especies animales que colaboran “mecánicamente”); lo que ha aportado mayormente a nuestro progreso es la colaboración, así que resulta paradójico que nos demos “en la torre” unos a otros buscando vencernos o culpando a los demás
  • Comunicación: Dicen que la calidad de una organización es la calidad de sus conversaciones; no han sido pocas las veces en que he dicho en público, que los seres humanos solemos ser incompetentes conversacionales (cuando digo incompetentes quero decir que no tenemos competencias, no es ningún insulto ¿Eh?); si aprendemos a usar herramientas de conversación (colaborativa) protegiendo así la integridad de nuestras personas, nuestra relación o vínculo y la tarea por hacer (y el resultado por obtener), mejoraremos nuestras vidas
  • • Creatividad: Por un lado la imaginación e ideación y, por otro, nuestros conocimientos y experiencia, juntos, generan la inspiración necesaria para crear; la creatividad es un proceso de nuestra mente consciente y que ha hecho que progresemos como especie

¿Será que para un entorno de cambio hiperacelerado es mejor aprender cómo resolver ecuaciones cuadráticas completas y la composición química del clorito de sodio? ¿No parece más conveniente aprender habilidades como pensar críticamente, colaborar productivamente, comunicarnos efectivamente y crear prolíficamente?

Si la tecnología avanza y lo cognitivo quedará resuelto, valdría la pena considerar las 4 ces como habilidades para el nuevo entorno cambiante.

Termino señalando la habilidad más importante de todas, sin importar que el entorno sea cambiante o no, la del conocimiento de ti mismo.

Conocerte es prepararte para lo que venga pues sabrás tus miedos, valores, virtudes, defectos, modelos mentales, etc.

No es trivial que la empresa que creé hace 11 años lleve por nombre Delphos a semejanza del oráculo de Delfos, en el templo de Apolo de la antigua Grecia, que rezaba:

“Te advierto, quien quiera que fueres ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo, aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo
fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses”.

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