EXPECTATIVAS

Dicen «Que no existan ilusiones para que no haya desilusionados».

No sé ustedes, pero cada vez que voy al súper o al cine o a un restaurant, por citar algunos ejemplos, formo expectativas de lo que voy a recibir y cómo lo voy a recibir.

Ya sea un contrato de negocios, uno de compra – venta o un contrato nupcial siempre, al menos en mi caso, se realiza sobre un conjunto de expectativas, sea que dicho contrato esté formalmente establecido o solo sujeto a la palabra.

Cuando inicio un proceso de cambio y consultoría suelo preguntar a mis clientes «¿Qué es lo que esperan de esto?». Para mi sorpresa, en contadas ocasiones, he escuchado la respuesta «Ninguna, vengo abierto, sin expectativas».

Para estas personas, mi admiración. Mira que no tener expectativas me parece, casi casi, algo de «súper humanos».

Como yo no soy uno y la experiencia hasta ahora me lo ha enseñado así, no tener expectativas me parece francamente antinatural.

Cuando fui contratado por alguna empresa como empleado, cuando inicié una sociedad de negocio, cuando inicié alguna relación de pareja, cuando comencé una relación comercial, en fin, en la vida en general, con cada compromiso, siempre he forjado expectativas.

En los compromisos, las partes contrayentes, forman en su mente una visión de futuro, del futuro que cada quien desea que suceda, es decir, forman expectativas.

Me parece que tengo dos opciones, no tener expectativas, cosa que no he podido hacer generalmente, o bien, tenerlas sin responsabilizar a más nadie que no sea yo.

Seguro has escuchado o dicho la frase «Me decepcionas». No, no es posible que alguien nos decepcione. No sé si más correctamente, pero sí más productivamente, esta frase necesita ser «Me decepciono» pues, así, me hago responsable.

Es decir, si no me es posible no fijar expectativas, entonces necesito reconocer que mis expectativas son mías y que el otro no es responsable de cumplirlas, aunque eso sea lo esperado.

Ojo, no estoy diciendo que el incumplimiento de lo esperado, no cause dolor o sufrimiento. Es perfectamente entendible y es necesario atenderlo, procesarlo para estar mejor.

A ver, para muchos de nosotros es imposible no tener expectativas, por otra parte, al no ser cumplidas padecemos y sufrimos ¿Entonces? ¿Qué hacer?

Repito, poner expectativas conscientemente sin cargárselas al otro, haciéndome responsable, declarando que son mías y que el otro no está obligado a cumplirlas (aunque en algunos casos, no cumplirlas le implique a ese otro algunas sanciones o penalizaciones o, al menos, el compensar el daño causado). Me parece que este puede ser un buen inicio pero ¿Es suficiente?

Otra buena práctica, si no puedo de dejar de poner expectativas, es administrarlas ¿Qué significa?

¿Alguna vez en cualquier relación has establecido junto con tu contraparte qué es lo que esperan el uno del otro más allá de un contrato formal? Muchas expectativas están en nuestra mente, más allá de las establecidas en un contrato escrito, sin embargo, no solemos compartirlas. Estamos esperando a que el otro nos «adivine la mente».

Hacer una lista escrita de lo que espero de ti, de lo que esperas de mí y determinar qué es lo que sí podemos cumplir y qué no, ajustará las expectativas de ambas partes en un plano más realista eliminando la esperanza del “¡Ojalá que el otro se dé cuenta de lo que deseo!”.

En resumen, lo mejor sería no tener expectativas para no sufrir; si esto no nos es posible, entonces, primero, estar conscientes de que nuestras expectativas las ponemos nosotros y que el otro no está obligado a cumplirlas (incluso, aunque exista un contrato de por medio, mientras que el otro asuma las consecuencias de su incumplimiento) y, por otra parte, administrar las expectativas, hacer específico lo que yo espero del otro y lo que el otro espera de mí (más allá de lo que se pudiera establecer en un contrato).

Pritz Perls, creador de la terapia Gestalt dijo «No vine a este mundo a cumplir tus expectativas, tú tampoco viniste a este mundo a cumplir mis expectativas, si nos encontramos y coincidimos qué bueno, si no ni modo».

No cumplir tus expectativas, no significa que no te quiera; tienes derecho a tenerlas, pero no soy responsable de cumplirlas, ni tú de cumplir las mías.

Hagámonos responsables, sepamos que son de cada quien y administrémoslas para establecer un panorama claro y sufrir menos en caso de no cumplirse.

Por cierto valdría la pena hacer esto en repetidas ocasiones, cuando las circunstancias vayan cambiando.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *