EL LENGUAJE Y EL AÑO ATÍPICO

Quienes han tenido la oportunidad de trabajar conmigo o escucharme o leerme este año en las redes sociales o en mi blog (delphos.mx), ya me habrán escuchado decir, y no solo una vez, que somos seres lingüísticos.

Sabemos de sobra que nuestro lenguaje nos permite, o impide, ver el mundo de una manera o de otra, que nos habilita para ver oportunidades o problemas donde no necesariamente todos podemos verlos.

Nuestro lenguaje pensado miles de veces forma creencias a través de las cuales, como si fueran nuestros anteojos, vemos el mundo y, al mismo tiempo, dichas creencias determinan nuestro lenguaje pensado que nuevamente, repetido muchas más veces, fortalece lo que creemos.

Por otra parte, nuestro lenguaje, pensado o hablado, tiene el poder de producir realidad, hacer que sucedan las cosas. Cuando alguien dice a otro ser humano “¡Contratado!”, cambia el mundo organizacional y personal de ambas partes, con el poder de esta sencilla declaración; lo mismo ocurre cuando decimos cosas como “¡Despedido!”, “¡Te perdono!”, “¡Sí!”, “¡No!”, “¡Acepto!”, “¡Te amo!” y muchas otras más.

Nos contamos cuentos todo el tiempo y, nuestros cuentos, se vuelven nuestras teorías favoritas para las cuales nuestro cerebro encontrará evidencia que las compruebe y, al comprobarlas, se reforzará la creencia o creencias que nuestros cuentos sostienen.

“No son tus creencias las que están hechas de realidad sino la realidad la que está hecha de tus creencias” dijo alguna vez Richard Bandler co creador de la programación neuro lingüística.

La realidad es lo que es, no pretendo negar que exista, pero como dice Byron Katie, autora del libro “Amar lo que es”, “La realidad siempre es más amable que la historia que contamos de ella”.

He escuchado muchas veces a funcionarios públicos, científicos, editorialistas, empresarios y a otras diversas personas decir “Esta ha sido un año atípico”.
Algo “típico” es algo que representa un tipo, como cuando decimos “este es un error típico que los alumnos cometen al resolver esta clase de problemas”. Es decir que algo que representa un tipo se vuelve algo típico.

En mi experiencia de vida personal y profesional no creo haber vivido un año típico, claro, en términos absolutos. Por supuesto que las estaciones del año, las tradiciones y otros diversos eventos suceden cada año, sin embargo, ni siquiera estos son típicos de manera total. Cada invierno es diferente o cada celebración navideña también.

Es decir, podríamos decir que no hay años típicos, de manera total, pues siempre hay diferencias.

Ni siquiera cada día es típico en general, cada uno tiene sus peculiaridades, según yo.

Puedo entender que haya de peculiaridades a peculiaridades, sin embargo, decir que este 2020 ha sido atípico es reconocer, por otra parte, que los años anteriores fueron típicos y yo no lo creo así.

Una manera de fijar nuestra atención en algo es mediante el pensamiento. Sí, otra vez estoy hablando de lenguaje. Así que si sostenemos pensamientos negativos, nuestra atención se fijará en los obstáculos impidiendo que veamos maneras de sortearlos.

Por el contrario, si pensamos todo el tiempo en “¿Cómo sí? ¿Cómo puedo hacer para seguir adelante?”, nuestro cerebro se mantiene activo buscando oportunidades, caminos para salir avante, a pesar de las adversidades o retos.

Elevar la capacidad de respuesta, la respons[h]abilidad, es un estado mental, que proviene de lo que estemos pensando.

Ahora que el fin del año se aproxima, mis mejores deseos son básicamente dos:

1) Que tú y tu organización capitalicen los aprendizajes de las experiencias vividas en este 2020

2) Que mantengas un pensamiento positivo enfocado en el cómo sí para que encuentres alternativas para resolver los problemas que vengan y para alcanzar las metas que te propongas

Los años atípicos seguirán presentándose y la receta para seguir adelante está en tu pensamiento.

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