ASUNTOS

Ayer estuve en una grata reunión de muy entrañables amigos. El pretexto, el súper tazón, como cada año.

Bromas y más bromas pero, también, una buena conversación. El tema fue los hijos (el otro, porque nuestros hijos son «el otro», como lo es la pareja, el socio de negocio, el jefe, el colaborador, el cliente, el proveedor,…).

Byron Katie, autora del libro «Amar lo que es», nos dice que hay tres tipos de asuntos: Los de Dios (lluvia, clima, gravedad, terremotos, …), los de los otros y los míos.

¿Dónde paso más tiempo? ¿En mis asuntos, en los de los otros o en los de Dios? ¡Reflexiona! ¿Dónde está tu atención? ¿En lo que otro hace o deja de hacer, en lo que Dios hace o en lo que tú haces o dejas de hacer? ¡No estamos mirándonos a nosotros mismos!

Ayer, no hubo consenso. Algunos a favor y otros en contra de los argumentos expuestos. Estuvo padre. Compartimos respetuosamente.

En resumen, puedo decir que el comentario más repetido fue «¡El otro (los hijos y demás personas) no es como yo quiero que sea»! Puro sufrimiento.

Queremos el bien para los que queremos y pretendemos que «el bien» se logra de acuerdo a lo que yo digo que es «lo correcto»; deseo que el otro viva mi vida, porque es la forma «correcta».

No digo que renunciemos a hacer el bien por los demás; lo que digo es que imponer nuestros criterios como la única verdad produce encono y enfrentamiento, resistencia.

¿No será mejor verme? ¿Preguntarme qué me pasa con lo que pasa (el otro)? ¿Y conversar sobre eso en lugar de luchar porque los demás sean como yo quiero?

Es un asunto de poner atención en mis asuntos.

Abrazo,

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