NO SABEMOS

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Hace mucho tiempo, cuando trabajaba para una empresa de software en Monterrey, tuve un gran compañero de trabajo con quien, inicialmente, tuve diferencias importantes. Realmente me fue difícil trabajar con él los proyectos de los cuales los dos éramos responsables.

Yo sentía su «violencia».

Después de muchos sinsabores, me permití tomarme el tiempo para platicar con él. Fuimos, en varias ocasiones, a tomar café. Fueron «largas» pero productivas horas de conversación. Nuestra relación fue mejorando. No en vano dicen que «No son las buenas relaciones las que generan buenas conversaciones, sino las buenas conversaciones las que generan buenas relaciones».

Conocí una parte de su historia (y él de la mía) y entendí porqué era así su manera de actuar. Seguro que él también comprendió el porqué de mis formas.

Cuando convivimos con otros seres humanos, sólo vemos su «mundo externo». Sus formas, sus discursos, sus acciones, pero, en realidad, no conocemos nada de su historia, de los acontecimientos personales (familiares, escolares, profesionales,…) que los llevan a actuar como actúan.

Incluso en nuestras relaciones más cercanas como la pareja, los padres, los hijos, los amigos, no tenemos idea de lo que han pasado o al menos no completamente.

Solemos, de una forma simplista, «etiquetar» diciendo «Fulano es un intolerante», «Mengana es una criticona», «Mengano es un miedoso»; como dije alguna vez, «cosificamos» al otro. Pero no conocemos nada de su mundo interno.

Trabajé tiempo después para una empresa donde tuve un colega que usaba una enorme barba; le pregunté «¿Desde cuándo usas barba?» y me dijo «Desde los 17 años» y volví a preguntar «¿Y nunca, en todo este tiempo, te la has quitado?» y me dijo que no, así que pregunté de nuevo, no sé si muy prudentemente «¿Y qué estás escondiendo?», recuerdo que simplemente sus ojos se llenaron de lágrimas y se dio media vuelta para irse.

Cada uno de nosotros tenemos nuestras historias, las cuales forman nuestras creencias y cuentos que nos llevan a actuar de la manera en que lo hacemos.

En mi trabajo como consultor y coach encuentro, en ocasiones, relaciones complicadas en los diferentes entornos organizacionales. Y, normalmente, comento a las personas «recuerda que el otro tiene su historia y tú también y, ni tú ni el otro, saben nada de eso, no estaría nada mal que se vieran con compasión y desde ahí, tengan una buena conversación».

Las relaciones interpersonales tienen su complejidad y buena parte de ella, tiene que ver con nuestras historias personales que nos han llevado a desarrollar mecanismos de defensa como la manipulación, la sumisión, la hipocresía, la mentira, la violencia, etc.

Krishnananda (Thomas Trobe, como se llamaba antes de su transformación), autor del libro «De la co dependencia a la libertad», nos recuerda que todos somos «niños heridos» a quienes nos fue negado o quitado el amor incondicional y que, por tal motivo, desarrollamos mecanismos de defensa que buscan, o bien, obtener, o bien, recuperar dicho amor incondicional.

En fin, que no sabemos nada o mucho de la historia personal del otro (ni el otro de mí) y no hace falta que la sepa pero, simplemente con saber que el otro tiene su historia podré verlo compasivamente y abrir el «espacio protegido del diálogo» como dicen Sergio Michel y Rosario Chávez en el libro del mismo nombre.

Hace tiempo vi una imagen que me parece maravillosa. Está en inglés pero dice «Cada persona que encuentras está peleando una batalla de la que no conoces nada, sé amable siempre».

Abrazo,

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