
Hoy amanecí con la inquietud de escribir algo en redes sociales, quizás porque ya pasaron algunos días sin hacerlo. Así que desde que me levanté he estado pensando sobre qué escribir.
En el camino a recoger a mi hijo para llevarlo a la escuela, de regreso a casa, durante la rutina de ejercicio matutina, la pregunta constante en mi cabeza era «¿Sobre qué puedo escribir?»
Estuve pensando en:
- Si debía hablar sobre la relación inversamente proporcional entre la motivación y la voluntad requerida para la ejecución de un hábito diario (más motivación menos voluntad requerida) y cómo esta relación no tiene importancia cuando empiezas con un mini hábito
- Si podría ser sobre la diferencia entre competencia y talento; de los diferentes tipos de talentos (de esfuerzo, de pensamiento y de relación); de cómo descubrir tus talentos es la mejor forma de aprender y de obtener el éxito
- O bien, podría ser sobre lo que escuché temprano en la radio, cuando un político dijo a un grupo de manifestantes “Veré qué puedo hacer” y cómo, desde la teoría del metamanagement, esa respuesta no genera ningún compromiso, cuando en realidad decir “Acepto” es lo que lo genera y me compromete a cumplir
- O sobre lo peculiar que me resultó la película de Quentin Tarantino, Pulp Fiction, que vi ayer por la noche en la plataforma de streaming, lo intrincado de sus diversas historias y la compleja naturaleza humana
- Es más, podría ser sobre…
Terminé mi rutina de ejercicio, tomé un baño, me cambié y con, un plato de cereal en la mesa, indeciso todavía sobre qué escribir, noté que la ventana de mi página de la red social en la que escribo mostraba en un tenue tono gris la pregunta “¿Qué estás pensando, Juan Carlos?”, invitándome a compartir “algo” para mi red de contactos.
Entonces sucedió que me di cuenta de que me doy cuenta de lo que pienso (meta conciencia). Que si la invitación de esta red social, mediante la susodicha pregunta, es a compartir lo que estoy pensando en ese preciso momento (lo que me lleva a dejar mi piloto automático) en realidad, también puedo pensar sobre lo que estoy pensando.
Para decidir sobre qué escribir esta mañana pensé, en el momento de sentarme frente a mi computadora, sobre todo lo que había pensado para escribir algo.
Suena medio “loco”, pero me parece que es muy importante que esté consciente de que puedo darme cuenta de lo que estoy pensando y pensar sobre lo que estoy pensando porque, cuando lo hago (como dicen algunos, no puedo controlar lo que pienso, aunque sí pensar sobre lo que piensas) puedo empezar a conocer lo que pienso y analizar de dónde viene lo que pienso y si lo que pienso tiene utilidad y elegir un nuevo pensamiento.
A ver, ya pareció trabalenguas; en resumen:
1) Me doy cuenta de que pienso
2) Me doy cuenta del contenido de lo que pienso
3) Puedo pensar (analizar) el contenido de lo que pienso y su origen
4) Puedo pensar (analizar) la utilidad de lo que pienso
5) Puedo pensar (analizar) lo que quiero hacer al respecto (tomar una decisión – mantener o cambiar lo que pienso)
Si no somos conscientes de esto, vivimos una vida descontrolada y “pensamos” (otra vez un pensamiento) que no tenemos control sobre ella.
Siempre estamos en medio de un pensamiento y tenemos la capacidad de darnos cuenta de nuestros pensamientos y analizarlos, lo que nos da poder sobre mantenerlos o cambiarlos y darnos posibilidades que, están ahí, pero no estamos viendo.
Ya escribiré sobre otro tema después pero, hoy, lo quise compartir a mi red de contactos es: ¡Date cuenta de tus pensamientos, piensa sobre ellos, cuestiona si son verdad y, cámbialos, si no te sirven!
Abrazo,
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