¡LA DISTANCIA, LA BENDITA DISTANCIA!

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No, no estoy hablando de la sana distancia tan citada en estos tiempos de pandemia.

En esta ocasión quiero hablar de ella en otro sentido.

Ya he platicado en otras publicaciones sobre los hábitos de comportamiento humanos y diferentes factores que influyen tanto sobre los que son improductivos como en los que son productivos, en relación a las metas que deseamos alcanzar. Entre estos factores están la consciencia que tengamos de las consecuencias de nuestros hábitos, las habilidades que tengamos, las personas a nuestro alrededor, entre ellos, los coaches, los incentivos y, finalmente, el entorno.

Hablando particularmente del entorno, en él existen varios factores que, sin darnos cuenta, ejercen su poder para mantener o modificar nuestros hábitos. Los elementos del entorno son las barreras, la tecnología, los apoyos visuales, las rutinas automáticas (mini hábitos) y, finalmente, la distancia.

Recuerdo bien cuando el ejecutivo de una importante empresa que ha sido nuestro cliente y, él, ahora un gran amigo, me consultó diciéndome «Explícame, por favor, cómo es que pasé de tomar una taza de café a seis tazas por día». Le dije que yo suponía que habría puesto una cafetera en el interior de su oficina. Sorprendido me dijo que sí, que así había sido y me preguntó que cómo lo había adivinado.

Más allá de explicarle cómo había llegado a esa conclusión, le pregunté que cómo le hacía antes para tomar café (antes de poner una cafetera en su oficina). Me explicó que, antes, bajaba dos pisos de su edificio, cruzaba la calle, caminaba cuadra y media hasta una tienda de conveniencia y se compraba un café. Así que le expliqué «Antes tú estabas en tu oficina y el café estaba ‘lejos’ y, ahora, tú estás en tu oficina y el café está muy cerca». Le dije que la distancia entre él y el café había cambiado su hábito de consumo sin que él se percatara. Simplemente quedó sorprendido.

Así es, la distancia juega un papel importante en nuestros hábitos, pero no sólo en aquellos tan «cotidianos» o «simples» como el consumo, la lectura, el ejercicio, etc. La distancia tiene impacto en algunos otros, como dentro de las organizaciones, por ejemplo.

Hace años, platicando con otro ejecutivo, me hablaba de su desesperación porque, a pesar de tener una «política de puertas abiertas», sus colaboradores rara vez se aproximaban a platicar con él. Simplemente le pregunté «¿Y dónde se encuentran físicamente tus colaboradores?» a lo que respondió con un sencillo «En el edificio de enfrente». Así que le expliqué que esa distancia influía en el comportamiento de sus colaboradores y que si modificaba ese aspecto físico de su entorno y que si se colocaba más cerca de ellos la probabilidad de que sus colaboradores modificaran sus acciones aumentaría drásticamente. Así que procedió a cambiar su oficina «al edificio de enfrente» y, efectivamente, sus colaboradores comenzaron a visitarlo con frecuencia su oficina.

Algo muy parecido me ocurrió recientemente con el gerente de un centro de trabajo quien, desesperado, no lograba que los miembros de su equipo se aproximaran para consultarle sus problemas y tuvieran más conversaciones sobre los temas del trabajo. Este gerente, movió su oficina del segundo piso al primero, justo enseguida de las personas de su equipo y, para su sorpresa, el comportamiento cambió y la comunicación fue más frecuente. Él me dijo «aunque te parezca increíble, esa escalera hacia el segundo piso era una barrera para mis colaboradores» y le dije «no, no me parece increíble, está investigado que cambiar barreras y distancias, entre otros aspectos del entorno, ejercen influencia para el cambio de hábitos de comportamiento».

Estamos hablando de la distancia, sin embargo, ella es sólo uno de los aspectos del entorno que puede lograr un cambio. Si usáramos los otros antes mencionados, de manera simultánea, más los 5 factores restantes, que también listé, la probabilidad de lograr cambios en los comportamientos de las personas en nuestra organización aumenta 10 veces, de acuerdo a las investigaciones.

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