
Hace tiempo, platiqué con el directivo de una empresa que era nuestro cliente en procesos de consultoría. Él se refirió a un tema personal, algo que llamaba mucho su atención en relación a su hijo. Me dijo «Es muy curioso cómo a mi hijo le encantan los deportes; entrena Taekwondo, atletismo y otros, pero cuando lo invitan a competir, se niega a hacerlo, no le gusta».
Yo le dije que me recordaba la historia de John Nash, seguro ustedes lo recuerdan por la película «Una mente brillante». En una ocasión, su compañeros en el doctorado, se encontraban jugando un juego de mesa, en los jardines del campus de la universidad, mientras Nash trataba de encontrar el algoritmo que describiera el movimiento de las palomas que comían semillas cerca de ellos (sí, sus amigos lo consideraban «loco»). Uno de sus compañeros lo retó a que jugara contra él en dicho juego, Nash se negaba, hasta que el amigo lo convence; empieza la partida y Nash termina perdiéndola y, visiblemente turbado, dice para sí mismo «El juego no sirve, yo empecé la partida, yo debí ganar» y el amigo simplemente le dice «No sabes perder» (A Jonh Nash, no le gustaba que hubiera perdedores y sus trabajos en economía sobre dinámica social, derivaron en principios de colaboración que hoy son usados en todos los tratados de libre comercio en el mundo).
En donde hay competencia, siempre hay perdedores. Sé que es una obviedad, sin embargo, lo que no es tan obvio es, el miedo que tenemos a perder pues, malamente, mina nuestra autoestima (aunque no debería ser).
Recordemos que nosotros los Homo Sapiens, somos la especie animal más poderosa de la tierra y que, principalmente, lo que nos hizo superiores a las demás especies, fue nuestro lenguaje porque, simplemente, nos permitió COLABORAR.
Entonces ¿Competir está mal? No creo que en todos los casos sea malo, lo que sí creo que es mucho más productivo competir contra mí mismo, mientras colaboro con los demás.
Aquí tenemos la historia de Ben Comen. Ben pertenecía al equipo de cross – country de su preparatoria, Hanna High School.
En cuanto sonó el ¡Bang! que indicaba la salida, en la carrera en que competía Ben, inmediatamente fue dejado atrás por el grupo. Ben no era el más rápido, de hecho era el más lento. Lo sabía él y lo sabían los demás.
En el correr del tiempo, el «pelotón» de competencia se fue disgregando, los mejores a la cabeza, los menos competentes atrás y, Ben, siempre al último.
En este momento varios estarán preguntándose por qué Ben habría de querer competir, si sabía que sus probabilidades de ganar eran nulas. Sin embargo Ben, siempre participaba.
Si aunamos a esto, el saber que Ben tenía parálisis cerebral, ahora es menos comprensible. No tenía probabilidades de ganar.
Lo que hace que esto tenga sentido es conocer que Ben Comen competía con un propósito «Ganarle a su peor contrincante, él mismo».
Mientras Ben iba quedando más y más atrás, el sufría varias caídas, se levantaba y volvía a la pista, a correr. Siempre claro en su mente de que jamás podría ganar la competencia, pero siempre podía ganarse a sí mismo. Lo que al grupo le llevaba terminar la carrera en 25 minutos promedio, a Ben le tomaba 45.
Siempre lo mismo, siempre superarse, competir contra él.
En las muchas carreras que hizo, comenzó a surgir un «fenómeno»; cuando el grupo terminaba la carrera, seguían corriendo para alcanzar a Ben en su vuelta actual y lo seguían algunos pasos detrás de él; si caía sus compañeros ahora lo ayudaban a levantarse y lo acompañaban hasta que terminara su reto. Si lo vemos desde una perspectiva particular, era curioso ver ahora cómo el grupo seguía a Ben, como su líder (si tienes un propósito claro y los demás lo conocen y creen en él, los demás terminan siguiéndote). Ben era el único caso en que cuando cruzaba la meta, tenía a 100 personas corriendo detrás de él.
Es simple, cuando compites contra los demás, nadie quiere ayudarte, cuando compites contra ti mismo y tu propósito es ser mejor este día que el día anterior, los demás te seguirán y te ayudarán.
¿Imaginan el efecto que esto tendría en las organizaciones, por ejemplo? Si en lugar de ir al trabajo a competir, a ganarle a los demás, fuéramos a hacer las cosas mejor de lo que las hice ayer para obtener un bien colectivo ¿Cuáles creen que serían las consecuencias?
Termino recordando la anécdota deportiva de Lionel Messi. Fue cuando renunció a ser miembro de la selección argentina de futbol pues habían perdido varias finales en torneos internacionales, quedando en segundo lugar. Messi argumentó que se retiraba porque «él no estaba para ser subcampeón, ni para segundos lugares». Cuando esto se supo, una maestra de aquel país escribió a Messi un twit diciendo «Señor Messi, no le enseñe a los niños de nuestro país, que ser el primero es lo más importante».
Compite contra ti mismo mientras colaboras con los demás.
Abrazo,
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