
Me referiré de nuevo al libro «Amar lo que es» de Byron Katie. Recordemos lo que ella nos dice, «La realidad siempre es más amable que la historia que nos contamos sobre ella» y «No existe nada peor que un pensamiento no cuestionado». La realidad es lo que es y «Cada vez que pelees contra la realidad perderás pero sólo el 100% de las veces». Lo que nos estresa no es la realidad, sino el pensamiento que tenemos sobre la realidad.
Cuestionar nuestro pensamiento es salir del «piloto automático», sin embargo, algunas personas piensan «Si cuestiono mi pensamiento ¿No estaré perdiendo energía e impulso para cambiar la realidad que no me gusta?»,
Cuestionar nuestro pensamiento significa entender que el pensamiento es una historia, una narrativa creada por nosotros y que, al creerla, en algunos de los casos, nos genera estrés, frustración y desesperación, sobre todo cuando el pensamiento incluye la palabra «Debería» (Mi marido debería…). En fin, es este tipo de pensamiento, y no la realidad, lo que genera estrés.
No se trata de no hacer nada cuando la realidad no nos gusta, sino hacer algo, pero desde el estado emocional de la serenidad, es decir, sin odio, sin violencia, sin estrés y, eso solo se logra, cuando entendemos que es el pensamiento, no la realidad, lo que produce nuestros estados emocionales no productivos, como los ya mencionados.
Pensamos que sólo si sufrimos es que algo nos importa. Así, por ejemplo, el activista en pro del medio ambiente, piensa que debe estar sufriendo para hacer algo por el planeta. Esto no es así, puede cuestionar sus pensamientos de «Las empresas y personas deberían…» o «El gobierno debería…» sobre sus prácticas ambientales y, logrando la serenidad que nos da el cuestionar los pensamientos, hacer algo por la realidad del planeta de manera serena y sin estrés.
El propósito de cuestionar el pensamiento es lograr la serenidad, no caer en la inactividad.
Abrazo,
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