
Una hora comienza y termina, así sucede con los días, los meses y los años. Es inevitable. Entre el comienzo y el fin hablamos de la existencia de un ciclo.
Pues estamos a punto de terminar uno más, el año 2018, para comenzar otro, el año nuevo que se aproxima.
Los antiguos griegos tenían dos palabras para significar y entender el tiempo, Kronos y Kairos. Mientras la primera se refiere al tiempo cronológico, la segunda, a un momento dentro de un período de tiempo indeterminado en el que algo especial sucede. Así Kronos es cuantitativo, mientras que Kairos es cualitativo.
Pedro Medellín, profesor investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, comenta: “El tiempo puede ser considerado simplemente como una secuencia progresiva de una acumulación numérica, o, también como un indicador de hitos que distinguen entre lo anterior y lo posterior…El paso del tiempo puede ser vivido como kronos (tiempo como cantidad) o como kairós (tiempo como calidad), como historia (acontecer de sucesos aislados) o como memoria histórica (hechos significativos integradores), como existencia o como experiencia. El ser-en-el-tiempo (condición humana) puede transformarse en el tiempo para ser (realización humana).” (Publicado en Pulso, Diario de San Luis
Sección Ideas, Pág. 4a del jueves 31 de diciembre de 1999)
En esta línea de pensamiento me queda claro que lo efectivo es vivir el tiempo y analizarlo como tiempo de calidad, como memoria histórica, como experiencia y como tiempo para ser o realizarme.
Vivir el tiempo desde Kronos es vivirlo como un espectador, como una víctima a merced de las circunstancias, vivirlo, por el contrario, desde Kairos, es ponernos en el rol del protagonista que se puede hacer cargo de lo que le toca, de lo que está bajo su control.
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